sábado, 9 de marzo de 2013

En un futuro muy cercano, la biología y la tecnología se fusionarán.


En un futuro muy cercano, la biología y la tecnología se fusionarán.
 

Antes de la mitad de este siglo, los ritmos de crecimiento de nuestra tecnología todavía serán finitos, pero tan extremos que los cambios que conllevarán parecerán romper con la estructura de la historia humana. La Singularidad constituirá la culminación de la fusión entre nuestra existencia y pensamiento biológico con nuestra tecnología, dando lugar a un mundo que seguirá siendo humano, pero que trascenderá nuestras raíces biológicas.

Un impactante acontecimiento se cierne sobre la primera mitad del siglo XXI. Tal y como un agujero negro en el espacio altera de forma dramática los patrones de materia y de energía acelerándolos hacia su horizonte de sucesos, esta inminente Singularidad está transformando paulatinamente cada institución y aspecto de la vida humana, desde la sexualidad hasta la espiritualidad.

La Singularidad es un tiempo venidero en el que el ritmo del cambio tecnológico será tan rápido y su repercusión tan profunda, que la vida humana se verá transformada de forma irreversible.

Aunque ni utópica ni distópica, esta era transformará los conceptos de los que dependemos a la hora de dar significado a nuestras vidas, ya sea en lo que se refiere a modelos de negocios o al ciclo de la vida (incluyendo la muerte).

Comprender la Singularidad cambiará nuestra perspectiva sobre la relevancia de nuestro pasado y sus repercusiones en el futuro. Su comprensión cambia intrínsecamente la visión que uno tiene de la vida en general y de su propia vida en particular
La idea fundamental que subyace de la inminente Singularidad es que el ritmo de cambio de la tecnología creada por el hombre se está acelerando y que sus capacidades se están ampliando a un ritmo exponencial.

El crecimiento exponencial es engañoso. Empieza casi imperceptiblemente y luego (si uno no se ha tomado la molestia de calcular su trayectoria) explota con furia inusitada.

Computadores que superan las capacidades humanas
Consideremos el caso de Gary Kasparov, que en 1992 menospreciaba el patético nivel ajedrecístico de los ordenadores. Sin embargo, el incesante aumento de la capacidad de los ordenadores, que se multiplica por dos cada año, le permitió a uno de ellos derrotarle tan solo cinco años después.

La lista de formas en la que los ordenadores ya superan las capacidades humanas crece rápidamente. Además, las reducidas aplicaciones que antaño tenía la inteligencia de los ordenadores están aumentando gradualmente en un tipo de actividad tras otra.
Por ejemplo, los ordenadores diagnostican electrocardiogramas e imágenes médicas, pilotan y hacen aterrizar aviones, controlan las decisiones tácticas de armas automatizadas, toman decisiones financieras y respecto a créditos y están asumiendo la responsabilidad de muchas otras tareas que antes requerían de inteligencia humana.

El rendimiento de estos sistemas se basa cada vez más en la integración de múltiples tipos de inteligencia artificial (IA), pero mientras la IA muestre un punto flaco en cualquiera que sea la empresa a realizar, los escépticos tomarán esa área como bastión inherente de la indeleble superioridad humana sobre las capacidades de nuestras creaciones.

Tecnologías supe humanas
Sin embargo, dentro de varias décadas, las tecnologías basadas en la información abarcarán todo el conocimiento y habilidad humano, incluyendo las capacidades de reconocimiento de patrones, las habilidades para resolver problemas, y la inteligencia emocional y moral del propio cerebro humano.

Aunque impresionante en muchos aspectos, el cerebro está sometido a graves limitaciones. Utilizamos su enorme grado de paralelismo (cien billones de conexiones interneuronales operando simultáneamente) para reconocer sutiles patrones rápidamente, sin embargo nuestro pensamiento es extremadamente lento: las operaciones neuronales básicas son varios millones de veces más lentas que los circuitos electrónicos modernos.

Esto hace que nuestro ancho de banda fisiológico para procesar nueva información sea extremadamente limitado en comparación con el crecimiento exponencial del conjunto del conocimiento humano.

Nuestros cuerpos biológicos versión 1.0 son a su vez frágiles y están sujetos a infinidad de fallos, por no mencionar los engorrosos rituales de mantenimiento que requieren.
Así, mientras que la inteligencia humana es a veces capaz de elevarse en su creatividad y expresividad, otras veces el pensamiento humano es poco original, nimio y restringido.

La Singularidad nos permitirá transcender estas limitaciones de nuestros cerebros y cuerpos biológicos. Aumentaremos el control sobre nuestros destinos, nuestra mortalidad estará en nuestras propias manos, podremos vivir tanto como queramos (que es un poco diferente a decir que viviremos para siempre), comprenderemos enteramente el pensamiento humano y expandiremos y aumentaremos enormemente su alcance. Al final de este siglo, la parte no biológica de nuestra inteligencia será billones de billones de veces más poderosa que la débil inteligencia humana.

Primeros estadios de transición
Ahora nos encontramos en los primeros estadios de esta transición. La aceleración en el cambio de paradigma (el ritmo en el que cambiamos nuestros enfoques técnicos fundamentales), así como el crecimiento exponencial de la capacidad de la tecnología de la información, están empezando a alcanzar “la rodilla de la curva”, que es el estadio en el cual una tendencia exponencial se hace perceptible. Poco después de este estadio, la tendencia se convierte rápidamente en explosiva.

Antes de la mitad de este siglo, el ritmo de crecimiento de nuestra tecnología –que será indistinguible de nosotros mismos- será tan pronunciado que esencialmente parecerá vertical. Desde una perspectiva estrictamente matemática, los ritmos de crecimiento todavía serán finitos, pero tan extremos que los cambios que conllevarán parecerán romper con la estructura de la historia humana. Al menos esta será la perspectiva que se tendrá desde una humanidad no mejorada.

La Singularidad constituirá la culminación de la fusión entre nuestra existencia y pensamiento biológico con nuestra tecnología, dando lugar a un mundo que seguirá siendo humano, pero que trascenderá nuestras raíces biológicas.

Más adelante, en la post-Singularidad, incluso no habrá distinción entre humano y máquina o entre realidad física y virtual. Si se pregunta sobre lo que seguirá siendo inequívocamente humano en un mundo así, la respuesta es simplemente esta cualidad: la nuestra es la especie que inherentemente busca expandir su alcance físico y mental más allá de sus limitaciones actuales.

La tecnología que viene
Muchos comentaristas de estos cambios se centran en lo que ellos perciben como la pérdida de un cierto aspecto vital de nuestra humanidad resultante de esta transición.
Sin embargo, esta perspectiva surge de no comprender en lo que se va a convertir la tecnología. Hasta hoy día, las máquinas carecen de la sutileza esencial de las cualidades biológicas humanas.

Aunque la Singularidad tiene muchas caras, su consecuencia más importante es esta: nuestra tecnología alcanzará y luego superará enormemente la finura y agilidad de lo que consideramos como los mejores rasgos humanos.
Si miramos varias décadas hacia el futuro, vemos que la Singularidad será el resultado de la fusión entre el enorme conocimiento alojado en nuestros cerebros y la enormemente superior capacidad, velocidad y agilidad para compartir información de nuestra tecnología. Así, permitirá que nuestra civilización humano-máquina trascienda las limitaciones de las tan solo cien billones de conexiones extremadamente lentas del cerebro humano.

La Singularidad nos permitirá superar los problemas del envejecimiento humano y ampliará enormemente la creatividad humana, preservaremos y mejoraremos la inteligencia que la evolución nos ha conferido y al mismo tiempo superaremos las profundas limitaciones de la evolución biológica.
A su vez, la Singularidad también ampliará la capacidad para actuar de acuerdo con nuestras inclinaciones destructivas, de manera que la historia en su conjunto todavía está por escribirse.

El universo despierta
En el periodo siguiente a la Singularidad, la inteligencia, que tiene su origen biológico en los cerebros humanos y su origen tecnológico en la creatividad humana, comenzará a saturar la materia y energía de su medio. Esto lo conseguirá mediante la reorganización de la materia y de la energía, cosa que proporcionará un nivel óptimo de computación y que le permitirá propagarse más allá de su origen terrestre.

Hasta el momento la velocidad de la luz constituye un límite infranqueable para la transmisión de información. El que podamos sortear este límite es muy especulativo, pero hay ciertos indicios que indican que esta constricción puede ser superada.
Si tan solo se produjeran pequeñas desviaciones, significaría que en último término nos podríamos aprovechar de una cierta capacidad supralumínica. El que nuestra civilización pueda impregnar el universo con su creatividad e inteligencia de forma rápida o lenta depende de la inmutabilidad de la velocidad de la luz. En cualquier caso, la materia “tonta” y los mecanismos del universo serán transformados en formas de inteligencia exquisitamente sublimes, lo cual dará lugar a la sexta era en la evolución de los patrones de información.
Este es el destino último de la Singularidad y del universo.

Civilización  cibernética humano-maquina
Esto es pues la Singularidad. Algunos dirán que no podemos comprenderla con nuestro nivel actual de conocimiento y que por eso no podemos mirar más lejos de su horizonte de sucesos y comprender todo lo que se encuentra más allá. Esta es una de las razones por las cuales llamamos a esta transformación la Singularidad.

Personalmente fue muy difícil, aunque no imposible, mirar más allá de este horizonte de sucesos, incluso después de haber pensado sobre sus implicaciones durante varias décadas. Sin embargo opino que, pese a nuestras profundas limitaciones de pensamiento, tenemos suficiente poder de abstracción para hacer afirmaciones razonables sobre la naturaleza de la vida después de la Singularidad.

Y lo más importante de todo es que la inteligencia que surgirá continuará formando parte de la civilización humana, que ya es una civilización humano-máquina. En otras palabras, las máquinas futuras serán humanas aunque no sean biológicas. Este será el próximo paso evolutivo, el próximo cambio de paradigma de alto nivel, el siguiente nivel de dirección.

La mayor parte de la inteligencia de nuestra civilización acabará siendo no biológica. Hacia el final de este siglo, dicha inteligencia será billones de billones de veces más potente que la inteligencia humana. Sin embargo, para contestar a las preocupaciones que se suelen escuchar, hay que decir que esto no significa el fin de la inteligencia biológica, aunque sea defenestrada de la atalaya de su superioridad evolutiva, ya que incluso las formas no biológicas derivarán de diseños biológicos.

Nuestra civilización seguirá siendo humana (de hecho, en muchos aspectos estará más cercana a lo que consideramos humano de lo que está hoy, aunque nuestra percepción del término irá más allá de sus orígenes biológicos).

Muchos analistas han expresado su alarma sobre el nacimiento de formas de inteligencia no biológica superiores a la inteligencia humana. El que potencialmente podamos aumentar nuestra propia inteligencia mediante el enlace íntimo con otros substratos pensantes, no tiene necesariamente que aliviar dicha preocupación, ya que algunas personas han expresado su deseo de permanecer “no mejoradas” y al mismo tiempo mantener su lugar en lo más alto de la pirámide intelectual.

Desde la perspectiva de la humanidad biológica, estas inteligencias sobrehumanas parecerán nuestros fieles servidores satisfaciendo nuestras necesidades y deseos.
Sin embargo, los deseos de veneración de nuestro legado biológico ocuparán solo una parte insignificante de la capacidad intelectual que conllevará la Singularidad.
 

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